viernes, 21 de noviembre de 2008

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Nacho miraba la foto que le solía hacer de guía en los libros. Para él era como un carnet de identidad pues resumía en una imagen una larga historia.
Tras la resaca de la verbena de San Juan de hacía 3 años se horneó en su cabeza una ocurrencia adictiva. Hacía 10 meses que muy a su pesar la relación con Marta se había resquebrajado, tenía 1 semana hasta Julio de vacaciones, y no había absolutamente ningún plan qué hacer en esos días.
- Me caso. Voy a montar mi boda. El 28 de junio del 2005, sábado, de aquí 4 días me caso.
Esa fue la idea horneada, y una vez apareció en su cabeza no pudo despegarla de sus ganas. Le hervía dentro, crecía cada vez que era pensada, y comenzó a realizar pequeños preparativos mentales que se solidificaban como proyecto y pedían a gritos sus continuadores.
No tenía novia. Era una boda sin novia. Empezaría la casa por el tejado, la construiría toda hacia abajo, y la dejaría suspendida en el aire a falta del último ladrillo en la base. El día previo al enlace llamaría a Marta y se lo contaría todo. Marta tendría que contestar sí o contestar no.
Le fascinaba la idea. Fascinación. Se puso manos a la obra.

No había tiempo para invitaciones por correo. Se puso a llamar a los amigos más cercanos y les comunicó su plan. - Estás loco. Loco. Pero no te vamos a dejar en la estacada. Aún tenemos los trajes de la boda de mi prima.
Nacho sudaba y a la vez la imaginación le seguía hirviendo.
A sus padres, tíos y compañeros de empresa, les tuvo que decir que les invitaba a una celebración especial con motivo sorpresa, pero tenían que vestir solemnes porque la ocasión lo requería. Y cuando colgaba el teléfono sentía un poco de vértigo por la que estaba montando. Pero el brinco había sido demasiado fuerte para detener esas vacilaciones. A dos días de su apuesta macabra convocó al núcleo íntimo de Marta a una iglesia concreta informándoles del funeral de una muerte cercana, y sabía que por deferencia, catolicismo, y folklore, casi nadie de ellos faltaría.
Ya había armado el pitote. No cabía su reversibilidad, ni su reciclaje en nada. Sería la boda esperada con la mujer elegida, o un chasco somero y agonizante, un día surreal en el que sólo le podría salvar el discurso del siglo o unas lágrimas interminables compasivas y constantes.
Respira hondo. Aprieta los labios besando la nada cercana. Coge el móvil.
- Marta. Mira lo que he hecho...
Marta no se lo puede creer. Lo de la muerte de su tío es mentira, mañana no existe ningún funeral. Sigue sin creérselo.
Nacho no había caído en ello, su historia era increíble. Una boda al fin y al cabo es un montaje cultural más, uno sólo sabe que existe cuando acude a la iglesia y ve que todo está montado, se fía durante unos meses que ese anuncio va a acabar en una celebración concreta. Pero cuando la invitada es la novia como que falla ese fiarse de tal anuncio.
Nacho se desgañitaba y le iba la vida en hacerse creíble. Marta captó ese esfuerzo desmesurado y le dijo que le volvería a llamar. Empezó a llamar a los amigos de Nacho, amigos en común cuyas mujeres no le engañarían, y a alguna amiga suya confidente de Nacho que podía llegar a fallarle a ella. Pavor. Todos sabían lugar de la ceremonia y emplazamiento para el convite, la mayoría le reveló el plan urdido a última hora por Nacho y la convocatoria de hasta su familia al maquiavélico plan.
Ató cabos. Con tan poco espacio de tiempo sólo un religioso podía hacerle ese favor a Nacho. Su tío-abuelo Leandro. Buscó el teléfono de esa angelical persona, y procedió a verificar de una vez por todas la realidad de lo contado.
Sí. No había lugar a dudas. Marta había sido invitada a su boda en menos de 12 horas.

El pasajero de la butaca contigua a la de Nacho no paraba de mirar la foto con insistencia.
- La hija de Félix Vallejo no?
- Perdón? Marta? La conoce?
- He leído a su padre, le sigo. Soy profesor de filología hispánica, Mario Moliner, hago leer a mis alumnos las obras de Félix Vallejo. Un viejo imperdonable verdad?
Nacho miró por primera vez con detenimiento la cara de ese anciano. Tenía un lacio y abundante pelo blanco azulado, unos ojos saltones, y una piel de la cara que parecía de plástico, un viejo saludable y enérgico que hablaba con una entonación de chef cuando alaba sus platos, una voz de gastrónomo,
- Nacho Burato, ex yerno de Félix Vallejo, Un suegro indeseado
- Caramba! Qué coincidencia! Oí lo de la boda relámpago en una revistilla de esas, qué situación no? Marta es preciosa, realmente preciosa.
- Disculpe. - Nacho retira la foto, se levanta de la butaca y se dirije al servicio del avión. Tiene que evacuar algún que otro lirismo.

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